LA APATÍA PARALIZADORA DE THE CURE: GRINDING HALT

 

 Los inicios de The Cure fueron desaliñados. Desprovistos de maquillaje, dulzura, melancolía virtuosa o algún indicio pop de finales de los 80s. Su versión setentera comulgaba más con el post-punk, entre cierto delirio veloz, un tanto anárquico, riffs de puro desahogo y un bajo coordinador de la desidia y la melodía.  Three Imaginary Boys (1979) es un album de visión juvenil, desarraigo, que va con mucho afán pero que no desespera. Un Robert Smith que solloza guitarrazos agitados, apáticos pero cabeceables, y una voz que se queja con lozanía subversiva. 

Ahí viene el torrente de acordes disparados de "Grinding Halt". En una rima simple, Robert Smith se despacha sin frenos con una musicalidad escueta, garaje desgarbado y una guitarra que tiene suficiente con un par de cambios de postura en las manos; Michael Dempsey, bajista, es el verdadero héroe del ritmo, sacándole toda la savia a las cuerdas del instrumento, llevando la prisa con suficiencia y brindando la identidad grave que tendría The Cure en su discografía; Lol Tolhurst apura el paso de su batería sin llegar a ser punk pero sin conceder un segundo de tregua, mostrando buen trato de los cueros.

La canción es indolente en su letra y de alguna forma anuncia sin querer tiempos parecidos a esta pandemia de parálisis, un mundo embargado en una pausa sin gente, sin movimiento, sin propósito, nihilismo a toda prisa que se conforma con despertar sin ruta, esperando que la conmoción avance y que el universo se diluya en anarquía sin retorno.

"No sound, no people / No clocks, no people

 No fine, no people / No me, no people" 

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