EL EFECTO CELESTE DE THE VERVE : A BEAUTIFUL MIND

Antes del brillo estaba la espesura. The Verve (entonces solamente Verve) estaban untados de sensaciones lisérgicas en sus inicios, un verdadero viaje repleto de atmósferas y efectos que se hizo sentir en Wigan y luego en todo Inglaterra. La banda de Richard Ashcroft se jugaba jornadas nocturnas eternas de jammings sudorosos y violentos, viajes de reverb sin concesiones con la sangre drogada y las manos alentadas a crear tormentas espaciales. Era 1993 y la banda publicaba su album debut, A Storm in Heaven.

Psicodelia de colores ácidos en su máximo esplendor. Una recolección de reverbs que elevan y efectos que transportan sin alas. Entre aquella ciénaga de sonidos etéreos está "Beautiful Mind", un colchón de nubes instrumentales. La guitarra de Nick McCabe se comporta con dulzura interplanetaria, punteos suaves que nos miran desde el espacio sideral; el bajo de Simon Jones se mueve con sutileza en pequeños momentos acuáticos; la batería de Peter Salisbury acaricia los cueros entre manos grandes, ojos perdidos y una inevitable sensación de empinarse por barrios de otros mundos. Un dream pop con alta carga efectista que llama a llorar despacio y sin prisa.

Jamming etéreo: The Verve

Navegando en el cielo, Richard Ashcroft se mueve con su voz sin afanes en aquella congestión de ecos, moviendo sus piernas distantes de la cabeza, en una especie de búsqueda existencial sin encontrarse. Un llanto interior sereno, recorrido por la calma ácida, muy inspirado en la contracultura de los 60s y sus experiencias sensoriales bajo la producción de John Leckie (Stone Roses). La banda nadando en un lugar sin suelo de todos los colores, ahogando el vértigo para volver a un posible pasado feliz en aquel temporal celeste.

"A smile and a hand mix like water with sand, don't you know?"

Comentarios