TOOL - AENIMA


Disco publicado en septiembre de 1996


Nunca fue propiamente metal. Tampoco estaba ceñido al rock progresivo. Psicodelia y experimentación, algo. La extraña mixtura de estos sonidos hicieron de Tool un ensamble único, virtuoso, furibundo, existencial y complejo. Desde 1990 estaban intentando dar forma a una propuesta que pasó de ser un desahogo de rock fuerte a una postura artística respetable. La confirmación de los hechos se plasmaron en su segunda placa, Aenima.

                    

Ya existían antecedentes de esta banda de California. Opiate EP (1992) y Undertow (1993), eran una lenta confección de desasosiego pesado en ritmos sincopados, con simpatías metaleras pero voces pesarosas. Maynard James Keenan desnudaba su dolor de alma cantando y bailando como alien intranquilo; Danny Carey comenzó a mostrar grandes virtudes en el uso de las baquetas, creando tormentas percusivas; Adam Jones fue el artífice de oscuros incendios de guitarra; Justin Chancellor fue el complemento lúgubre de un bajo discreto pero peligroso.

Aenima fue un tejido de furia trabajada. Canciones largas con interludios disímiles, vértigo denso, oscuridad con ráfagas de adrenalina, un universo de metal artístico e impredecible. Influencias de King Crimson y sus aventuras progresivas, sadomasoquismo y filosofía entre líneas, y contribuciones inspiradas en los monólogos del desaparecido comediante Bill Hicks, a quien rindieron homenaje en el disco. El álbum era una especie de destrozo hermoso.

Los cuatro jinetes del Apocalipsis controlado, Tool.

Las texturas musicales pasaron a una pesadez más imponente. El inicio lo confirma con el poder de "Stinkfist", incómodo single para algunos por su tono sadomasoquista e inconforme, 'I'll keep digging Till I feel something'. Los medios pusieron atención ambigua, con cierto miedo pero dispuestos a ensanchar el escándalo. "Hooker with a Penis", dinamita sin concesiones, advierte sobre el 'peligro' de hacerse populares pero no hace caso a las críticas, 'Shut up and buy my new record'. El delirio está suelto y Tool, con censura o sin ella, está presto a abrir las mentes de los oyentes con maratónicas descargas psicotrópicas envueltas en metal como "Third Eye", trece minutos de hongos con virtudes progresivas.

Odio crítico, odio cítrico. Los falsos profetas y la palabrería son rebatidos en la diestra "Eulogy", que acaba con la imagen de la cienciología, 'He had a lot to say/ He had a lot of nothing to say'. Con la ayuda inspiradora de Bill Hicks, la fina pesadez de "Aenema" despotrica contra las apariencias de Hollywood, los raperos gangsta, los actores wannabe y el way of life de California, con el ansia de que la Falla de San Andrés funcione y haga estropicios para evolucionar a otro estado, como el que sugiere en "Forty Six & 2", tener más cromosomas y pasar a etapas mentales superiores, mientras los instrumentos son causantes de un Apocalipsis controlado.

Maynard James Keenan, un alien intranquilo 

Las guitarras son densas pero filosas, matemática colérica. La batería juega a una bipolaridad de expectación y sobrecarga y el bajo acompaña con oscuridad amenazante. Keenan se desahoga ante las poses, los decretos y las censuras. Pero también solloza congojas personales. Su vida de padre no es fácil y "H." es un guiño a las dificultades de ser un ejemplo funcional y no dejarse perder por la depresión y los miedos. La sensación de pérdida es constante y "Jimmy" desnuda aquel vacío, donde se remite al deceso de su madre por un aneurisma cuando apenas era un preadolescente. Espesura existencial entre la pesadez. No queda más camino que exteriorizarlo con furia elaborada.

Cinco años después lanzarían el apoteósico disco Lateralus en una evolución notable de su sonido. No obstante, la crudeza inicial de Aenima es un precedente de gran peso, donde el metal escala un peldaño de credibilidad artística y logra conformar un estilo característico de vigorosa identidad.

Descarga con seso, audacia eléctrica distinguida, la huella de Tool en los 90s.


GRAN TRACK. Virtuosismo intenso, la vehemencia instrumental de "Pushit" es un punto alto del álbum, mientras Maynard James se sigue castigando por no poder sostener relaciones funcionales.

MAL TRACK. Con una alta dosis de aspereza industrial, "Die eier Von Satan" parece un manifiesto nazi cantado en alemán, pero termina siendo una receta para hacer galletas. Aunque divertido el contraste, la canción no le aporta mucho al trabajo.





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